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28 de octubre de 2021

Infancia y entornos saludables desde la experiencia de Ciudad de Bolsillo

La creación de espacios públicos y su uso interpelan actualmente una serie de aspectos relativos a cómo concebimos la sociedad de la que somos parte y las comunidades en que nos desenvolvemos. En este sentido, el espacio público puede configurarse como un lugar abierto, plural e inclusivo, pero también puede terminar siendo segregador, si no se consideran las diversas formas de habitar y las experiencias de ocupación de los espacios compartidos. Vemos con preocupación que existe una gran cantidad de barreras de distinta índole, que impiden el adecuado desenvolvimiento, desplazamiento y encuentro de las personas, siendo uno de los grupos más afectados el de niños, niñas y sus cuidadores. Esto se traduce en dificultades de acceso a entornos saludables y al aire limpio, con implicancias a nivel físico, mental y emocional. 

En este contexto, en Ciudad de Bolsillo buscamos reducir la desigualdad en la distribución y acceso a espacios públicos de calidad en América Latina y el Caribe, incorporando la mirada de todos y todas. Nuestro trabajo se centra en la materialización colaborativa, innovadora y eficiente de espacios de uso público, que permitan renovar la convivencia entre personas e instituciones, desde distintas escalas y tipos de proyecto. Al tomar conciencia de la carencia de espacios públicos inclusivos y saludables, buscamos configurar procesos colaborativos y sostenibles, tendientes a crear diseños que incorporen arte urbano, colores, materialidades, texturas, vegetación, información, iluminación y recorridos que propicien el descanso, el juego, la actividad física, el vínculo con el entorno y el encuentro entre grupos diversos.

En sintonía con ello, abordamos el tema de la calidad del aire desde un enfoque inclusivo para buscar mecanismos y estrategias de mejoramiento de la calidad de vida, que tengan un verdadero impacto en la salud de las personas. Existe una relación directa entre cuánto la ciudad propicia estilos de vida saludables y bajas emisiones de carbono, y el nivel de impacto de la población en su entorno. Hablamos de responsabilidades compartidas, en que la articulación entre política pública, desarrollo infantil y calidad del aire involucra a habitantes, organizaciones de la sociedad civil, autoridades locales, gobierno regional y central. En este contexto, el Urbanismo Táctico/Práctico* contribuye a identificar y abordar problemáticas urbanas locales, desde la innovación basada en la gestión, para llevar a cabo intervenciones de bajo costo, rápida ejecución y alto impacto. Esto implica incluir a las comunidades en los procesos de diseño y co-creación, implementar buenas prácticas y diseños adecuados, e incorporar modelos de gestión local que resguarden la sostenibilidad de las inversiones. 

De este modo, la creación de espacios lúdicos, educativos y saludables, en que los lugares recuperados se transforman en espacios significativos para las comunidades que lo habitan, son una contribución concreta al desarrollo infantil. A su vez, a través de este tipo de intervenciones en contextos de alta densidad urbana, es posible promover estilos de vida saludables, apoyar iniciativas de economía local, incentivar el cuidado del medioambiente y modos de movilidad no motorizados, incluyendo vegetación en terrenos baldíos y/o inutilizados, lo que se traduce en menos emisiones de carbono y en una mejor calidad del aire.

 

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* “El Urbanismo Práctico se sitúa en una temporalidad que supera al evento puntual que significa el Urbanismo Táctico o el Placemaking, pero que es más breve que un proceso de Urbanismo tradicional. Es decir, sus intervenciones son más baratas y rápidas que aquellas impulsadas desde el Urbanismo tradicional, estimándose una duración de entre seis meses y dos años, lo que contribuye a disminuir las brechas de dotación y acceso a bienes y servicios públicos” (Ciudad de Bolsillo, 2021).