El marco actual de políticas y programas sobre primera infancia en los países de todo el continente americano, está basado en tres conceptos básicos del Desarrollo Infantil Temprano, los mismo que constituyen lo que conocemos como DIT 1.0:
(1) el impacto de las experiencias a temprana edad en la arquitectura del cerebro;
(2) la importancia de las interacciones receptivas de “servir y devolver” para un desarrollo saludable; y
(3) los efectos del estrés tóxico en un cerebro en desarrollo.
Los avances en las ciencias biológicas han subrayado tres puntos adicionales que ofrecen un marco más amplio para la inversión basada en la ciencia en un mundo posterior a una pandemia. La suma de estos tres conceptos completa el DIT 2.0.
El impacto económico de las enfermedades en adultos, asociadas con las adversidades tempranas, es un argumento sólido para exigir un mayor uso de los fondos destinados al sector salud para reducir la activación del estrés en niños pequeños. En EE.UU., solamente las enfermedades cardíacas, depresión y diabetes suman más de $600 mil millones anuales en atención médica.
La capacidad mejorada de la ciencia para medir los efectos del estrés crónico, representa una gran oportunidad para ofrecer servicios integrales, así como la evaluación de la efectividad de los mismos. Esto requerirá centrarse menos en los hallazgos promedio y más en las diferencias de las experiencias y exposiciones adversas.
Es así, que las políticas y programas orientados a madres gestantes, niños y niñas tienen la capacidad de mejorar la salud de por vida. El cuidado prenatal y el acompañamiento familiar son acciones importantes para empezar; sin embargo, las disparidades sociales demuestran la necesidad de enfrentar el racismo y la pobreza lo antes posible.
FUENTE: Jack P. Shonkoff, M.D. (2022) New Science + More Diverse Voices = Greater Impact
25 de marzo de 2024
19 de marzo de 2024