Elaborado por: Vanesa Laínez, Presidenta de Copera Infancia
Fecha: Lima, 18 de septiembre de 2023
La ciencia del Desarrollo Infantil Temprano nos muestra la importancia de un cuidado de calidad en los primeros años de vida como cimiento del desarrollo humano y punto de partida de todas nuestras habilidades, formación personal y capacidades para el aprendizaje. A lo largo de nuestros primeros años de vida, se abren ventanas de oportunidad únicas, momentos claves e idóneos, en los que se van a producir cambios y aprendizajes a un ritmo acelerado en comparación con otras etapas posteriores de nuestra vida. Existen pilares imprescindibles que son parte de esa calidad.
Una rutina diaria, repetitiva, predecible, le otorga al niño y a la niña la capacidad de poder ordenar su día en base a acciones consecutivas. Esta capacidad de poder saber lo que va a pasar le otorga seguridad al niño pequeño. Un elemento clave de ese entorno seguro en el que crece es, además, el adulto que lo cuida y su salud mental y emocional. Un estado de salud adecuado contribuirá a estar en buena disposición para compartir e interactuar con el bebé. La relación estrecha con esa persona cuidadora va creando un vínculo de amor y dependencia que también le da estabilidad, le enseña a comunicarse con el mundo de fuera, le hace sentir confiado y protegido.
¿Qué ocurre en un contexto de desastres naturales?
Lo primero, ese espacio seguro que era la casa, su rutina, su barrio, su persona cuidadora principal, desaparecen. La falta de previsibilidad, el cambio de reglas de juego del mundo, generan inestabilidad y estrés en el bebé. El adulto que lo cuidaba ahora debe dedicarse a tareas básicas de supervivencia que le llevan a desatender la rutina de cuidado de los niños pequeños. La falta de recursos materiales y personales, además, específicos, para criar a un niño pequeño, hace que las familias entren aún más en un ciclo constante de altos niveles de estrés.
¿Estamos preparados como Estado para atender a todos y, en especial, a las familias con niños pequeños en un contexto de desastres naturales y alta vulnerabilidad social y ambiental?, ¿estamos listos para ser baluartes del desarrollo y proteger a esos niños que quizás aún no han nacido y que ya sabemos hoy que tendrán que enfrentar una situación de extrema gravedad con la mayor de las resiliencias?
Sabemos que el sistema de prevención y gestión de riesgos está fragmentado y desarticulado. Hay demasiados actores sin una ruta clara de a quién le corresponde qué. Ante una situación de desastres, los tres niveles de gobierno del Estado deben actuar en una cadena de producción logística clara, sin dudas sobre qué está haciendo el otro, con previsibilidad, con intervenciones claramente costeadas desde la coordinación (rol clave de la articulación) hasta la adquisición de bienes y la ejecución de obras necesarias; supervisando y sancionando a quienes no cumplen su función. Los municipios están al frente y deben ser capaces de identificar, emitir alertas, ordenar la ayuda en sus jurisdicciones y asegurar la atención de todos, en especial, de los más pequeños con mayores niveles de dependencia y en un proceso de crecimiento acelerado que como sociedad no podemos perder.
Si sabemos lo que va a ocurrir, debemos dotar a los territorios de los recursos que van a requerir para afrontar los efectos de la emergencia y dar soporte a su población. Crear partidas presupuestarias especiales para atender la emergencia, no sólo autorizando la reclasificación de recursos, sino destinando y previendo fondos adicionales para cubrir la emergencia de forma integral con intervenciones orientadas a mantener las prioridades de salud de los niños pequeños, la atención a enfermedades específicas del propio contexto, cuidar su alimentación y su cuidado, su seguridad y la de sus padres y cuidadores. Como en todo sistema complejo y numeroso, se requieren altos niveles de organización y abrir canales de información para evitar tramitar autorizaciones en el momento de la emergencia.
Aún estamos a tiempo y podemos prepararnos bien. ¿Queremos? Podemos.
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