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28 de junio de 2021

Escolaridad virtual: La niñez en zonas rurales

Ningún niño o niña de zona rural, salvo en casos muy puntuales, ha asistido a clases presenciales desde el 2020. Los pequeños solo ven a sus maestros una vez al mes y en el mejor de los casos; no juegan con sus docentes ni compañeros de aula; y no tienen contacto con materiales lúdicos, es decir, no experimentan vivencialmente el aprendizaje.

La ya precaria calidad educativa de las zonas más inaccesibles del país ha sido brutalmente golpeada por la ausencia del Estado, quien no ha adaptado la currícula académica a la virtualidad, no brinda cobertura de servicios de internet en todo su territorio ni monitorea con eficiencia el desempeño pedagógico de maestros y alumnos.

En Huachocolpa, Huancavelica, donde opera el Proyecto Juguemos en Familia ejecutado por la Asociación Educativa Caritas Graciosas desde el 2013 con el apoyo de Compañía Minera Kolpa, funcionan 7 instituciones educativas del nivel inicial y 2 PRONOEIs, específicamente en las comunidades rurales: Corralpampa, Caudalosa, Nueva Esperanza y Alto Sihua. De acuerdo al último Censo Educativo del 2020, son 10 docentes los que tienen a cargo 115 niños matriculados. No obstante, se observó que en Huachocolpa, la comunidad rural de mayor desarrollo, la presencia de las docentes de inicial es casi inexistente, los padres de familia señalan que nunca han visto a ningún docente y que solo reciben llamadas telefónicas diarias. Aunque las comunidades más alejadas cuentan con el servicio mensual de visita docente, el acercamiento telefónico disminuye, debido a la escasa cobertura.

En ese sentido, la educación a distancia resultó casi inexistente, lo que tendrá un impacto altamente costoso en un sentido académico, social y económico. Antes de la pandemia, las condiciones para la escolaridad en zonas rurales eran mínimas, no todos los hogares cuentan con televisión o radio y mucho menos con computadoras e internet. La frágil economía de las familias ha privilegiado la adquisición de celulares y la recarga de los mismos para estudiantes de primaria o secundaria, dejando a los niños más pequeños fuera del sistema educativo, en desmedro de un derecho fundamental como la educación y acentuando las profundas desigualdades en comparación con la educación brindada en las ciudades.

Sabemos que la inversión en los primeros años de vida del ser humano tiene un impacto en su futuro crecimiento y desarrollo; la baja calidad de los aprendizajes en el nivel primaria, es una prueba concreta de las carencias del nivel inicial, solo el 16.7% de niños de segundo grado en zonas rurales entiende lo que lee y solo el 11.1% es capaz de resolver actividades de lógica matemática (INEI 2019). En el proyecto Juguemos en Familia se trabajó arduamente por sensibilizar a la madre de familia con respecto a la educación de los más pequeños y la importancia de acercarlos a experiencias tempranas de calidad; la pandemia ha dejado atrás estos esfuerzos, según el INEI, la tasa de asistencia en educación inicial cayó en 14 puntos porcentuales entre abril y junio de 2020.

 

El escenario en los hogares tampoco es alentador, muchas de las madres tienen estudios incompletos o son analfabetas y no tienen la capacidad de acompañar a la primera infancia o privilegian la atención del hogar y la educación de sus hijos más grandes. La encuesta continua ECIC muestra que el 76% de los cuidadores de Huachocolpa muestra preocupación porque sus hijos no continúen su educación (ECIC-19, Tercera ronda realizada en la población intervenida por ONG Caritas Graciosas, Huachocolpa, Huancavelica).  Son los niños los más vulnerables a situaciones como estrés familiar, violencia intrafamiliar, la pérdida de espacios de aprendizaje y acceso a programas sociales; todo esto impacta en el desarrollo de sus capacidades futuras, por lo que es urgente trabajar para brindarles entornos saludables y con la calidad que merecen.

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