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28 de febrero de 2022

Políticas sobre primera infancia y su relación con las brechas sociales

En los últimos 20 años, la “historia de la ciencia del cerebro” ha presentado un poderoso argumento para invertir en el período de la infancia temprana.

Debido al inicio de la pandemia por Covid-19, se han interrumpido los servicios básicos de salud, al mismo tiempo que el activismo social ha llamado la atención sobre las desigualdades arraigadas en el ámbito institucional. Reconocer estas brechas ha intensificado la demanda de pensamiento fresco sobre el futuro de la atención a la primera infancia. Nos encontramos frente a la necesidad de proteger a niños y niñas de manera urgente.

En un recuento que hace el Centro del Desarrollo Infantil Temprano de la Universidad de Harvard, observamos que hace más de 50 años, con una mayor investigación sobre el Desarrollo Infantil y la Voluntad Política en los Estados Unidos, se crearon programas del Departamento de Salud y Servicios Humanos orientado a brindar servicios integrales de educación, salud, nutrición y participación de los padres en la primera infancia a niños, niñas y familias de bajos ingresos; con el objetivo de nivelar el campo de juego para los niños que viven en la pobreza antes de que ellos ingresen a la escuela.

Esto sentó un precedente importante, y es a partir del año 2000, que se produjo una mayor inversión en políticas y programas centrados en la primera infancia y sus familias. Hoy, en un mundo que sigue tambaleándose por una pandemia, los avances en la ciencia ofrecen bases para generar estrategias más efectivas en el abordaje de tres necesidades prioritarias en torno a las niñas y niños, que la clase política debería priorizar según Harvard:

  1. Ampliar el enfoque de datos sobre la situación de la primera infancia en términos de pobreza y logro educativo para abordar los problemas del racismo sistémico y la salud a largo plazo.
  2. Promover un desarrollo saludable de acuerdo con las necesidades de las familias cuidadoras de niños y niñas, teniendo en cuenta las circunstancias y contextos culturales.
  3. Responder efectivamente a los retos específicos identificados por centros médicos, educadores, funcionarios públicos y líderes de las comunidades en una gran variedad de contextos.

La atención a la primera infancia debe contemplar estos tres puntos con el fin de brindar un cuidado integral a cada niño y niña. Las políticas públicas, programas sociales, currículas escolares y protocolos de atención temprana, no pueden seguir ignorando las distintas realidades que viven las familias, de esta forma estaremos construyendo una sociedad con igualdad de oportunidades para todos y todas. Solo así, se podrán realmente reducir brechas en la atención a la infancia; un reto que enfrentan nuestras autoridades, tan centradas en el corto plazo y en lo “políticamente rentable” y que desde la Sociedad civil, seguiremos empujando.

 

FUENTE: Jack P. Shonkoff, M.D. (2022) New Science + More Diverse Voices = Greater Impact